Miércoles, 29 Noviembre 2017 20:32
Artículo colaborativo
Departamento de Investigación y
Estudios Migratorios
En las últimas décadas se ha evidenciado una presencia creciente de mujeres en una gran variedad de circuitos transfronterizos. Aunque diversos, tienen dos características comunes: son rentables y generan beneficios a costa de quienes están en condiciones de desventaja. Incluyen la trata y el tráfico ilegal de personas destinadas a la industria del sexo o varios tipos de trabajo en el mercado formal e informal y las migraciones transfronterizas, indocumentadas o no, que se han convertido en una fuente importante de divisas para los Gobiernos de los países emisores.[1]
La trata de seres humanos (TSH) es un problema que afecta a millones de personas alrededor del mundo. En la actualidad, se considera como una forma moderna de esclavitud y una de las más severas violaciones a los derechos humanos. Por su naturaleza compleja y multicausal se ha convertido en un tema prioritario en la agenda de Gobiernos, instituciones académicas y organizaciones de la sociedad civil.
Según el Índice Global de Esclavitud Moderna se estima que en 2016 había alrededor de 40 millones de personas víctimas de trata, de las cuales el 71% eran mujeres, niñas y niños esclavizados de alguna manera a nivel mundial. Sin embargo, si se observan exclusivamente las cifras que se refieren a la explotación sexual comercial se puede apreciar que afecta de manera todavía más desproporcionada a mujeres y niñas en un 99%.
La Organización Internacional para las Migraciones (OIM) estima que cada año alrededor de medio millón de mujeres son sometidas en condición de trata a los mercados de prostitución locales europeos. Se trata de cifras mínimas, ya que se basan en los datos oficiales comunicados por las autoridades nacionales, por tanto, solo constituyen la parte visible del fenómeno, y es muy probable que las cifras reales sean mucho más elevadas.
Un elemento inquietante y cada vez más sobresaliente es que, precisamente, el delito de la trata se ha transformado en uno de los negocios ilícitos más lucrativos y de más rápido crecimiento en el mundo, que articula redes internacionales en las que los cuerpos y la sexualidad de los sectores más vulnerables son puestos a disposición del consumo de un creciente mercado concentrado en diversos puntos del planeta.
La trata de mujeres para la industria del sexo aporta cada vez más beneficios a aquellos que dirigen este tipo de “negocio”. Según el informe de la OIT, «Ganancias y pobreza: Aspectos económicos del trabajo forzoso” se estima que las ganancias totales obtenidas por el uso del trabajo forzoso en la economía privada equivale a 150,000 millones de dólares al año, dos terceras partes de las cuales 100,000 millones provienen de la explotación sexual forzosa, mientras que 50,000 millones se generan de la explotación forzosa con fines económicos, que abarca el trabajo doméstico, la agricultura y otras actividades económicas.
Nuestro país no está ajeno a este fenómeno. Según el Informe anual sobre trata y tráfico ilícito en la República Dominicana del año 2016 que elabora el Departamento de Estado de los EE. UU., el país es un punto de origen, tránsito y destino de hombres, mujeres, niños y niñas sometidos a la trata sexual y al trabajo forzoso. Un gran número de ellos es sometido a la trata sexual en República Dominicana, el Caribe, Europa, América Central, América del Sur, Medio Oriente, Asia y Estados Unidos.
Los traficantes atraen a las mujeres dominicanas para trabajar en discotecas en el Medio Oriente, el Caribe y América Latina, con el propósito de someterlas a la trata con fines de explotación sexual, principalmente. Los principales destinos para las mujeres y niñas que se convierten en víctimas de esta práctica son: Barbados, Curazao, Guadalupe, Puerto Rico, Trinidad y Tobago, Costa Rica, Panamá, Surinam, Argentina, Brasil, Venezuela, Colombia, Perú, España, Italia, Holanda, Eslovaquia y Grecia. Las mujeres y niñas dominicanas también son objeto de trata en Haití para su explotación sexual comercial, incluso en burdeles que son frecuentados por miembros de las misiones de mantenimiento de paz de las Naciones Unidas.
Las fluctuaciones del mercado, las crisis económicas y el endurecimiento de las leyes migratorias han permitido que las redes de trata y tráfico ilegal de seres humanos hayan proliferado considerablemente en los últimos años, pues en lugar de detener la movilidad de los migrantes, las actuales condiciones del transnacionalismo más bien fortalecen la tendencia a reproducir «la ilegalidad de la migración».[2] El intento de tratar la inmigración y el tráfico ilegal con más controles en las fronteras de los países hace más probable que las mujeres utilicen las redes de traficantes para traspasarlas. La restricción migratoria y fronteriza ha demostrado que la trata de personas es un fenómeno que aumenta en lugar de disminuir.
Combatir el delito de la TSH implica ser capaces de comprender la complejidad inherente a este fenómeno que, además de ser una de las violaciones a los derechos humanos más flagrantes, resulta uno de los negocios ilícitos más lucrativos a nivel mundial. Por tanto, es imprescindible producir investigaciones y estudios orientados a profundizar en su complejidad en un marco de debate más amplio, capaz de cuestionar y visibilizar cómo las restricciones migratorias, la industria del sexo y del entretenimiento, las entidades comerciales, así como las redes ilícitas inciden, configuran y promueven, en muchos casos, el fenómeno de la TSH. Es evidente que el conocimiento más profundo de este fenómeno contribuirá al diseño de intervenciones públicas más eficaces y eficientes para combatirlo.
En este sentido el Instituto Nacional de Migración de la República Dominicana (INM RD) impulsa un proyecto de investigación de amplia envergadura, con el propósito de generar conocimiento que permita orientar las estrategias de intervención pública para la prevención y erradicación de la trata, la atención y protección de las víctimas, así como la persecución de los tratantes.
[1] Sassen, Saskia. Contrageografías de la globalización. Género y ciudadanía en los circuitos transfonterizos. Ed. Traficantes de Sueños. Madrid, 2003.
[2] De Genova N. (2005) Working the Boundaries: Race, Space, and “Illegality” in Mexican Chicago, Durham: Duke University Press.