Durante mucho tiempo, se ha debatido el fenómeno conocido como fuga de cerebros, el cual se refiere a la emigración de personas altamente calificadas. Esta migración implica el desplazamiento de personas con habilidades y conocimientos especializados en diversos campos, tales como científicos, ingenieros, ejecutivos y artistas. Incluso aquellas personas que si bien no cuentan con un nivel elevado de educación formal, poseen un innegable talento para la creatividad, los negocios, la generación de ideas innovadoras, así como la capacidad para dirigir, procesar y movilizar recursos. En su mayoría, estas personas optan por abandonar naciones en vías de desarrollo para dirigirse hacia países más avanzados en búsqueda de oportunidades laborales, salarios mejor remunerados o una combinación de ambos (Solimano & Allendes, 2007; Bautista & Quintana, 2015; Banco Mundial, 2012)
La emigración de talentos ha sido tradicionalmente concebida como una relación unidireccional, en la cual los países emisores, comúnmente naciones en desarrollo, experimentan la pérdida de valiosos recursos humanos que podrían realizar contribuciones sustanciales en sus propios territorios y en la cual las ventajas se limitan, en gran medida, a la recepción de remesas económicas. En contraste, los países receptores, generalmente naciones desarrolladas, obtienen capital humano altamente capacitado para integrarse en sectores productivos, impulsando así el desarrollo económico y acentuado la brecha científica y tecnológica existente entre ambos conjuntos de países.
No obstante, en tiempos más recientes, ha surgido un énfasis en la posibilidad de que esta dinámica sea diferente, surgiendo que los países de origen pueden obtener beneficios más allá de las remesas económicas y demostrando que esto se trata de un fenómeno mucho más complejo y holístico. En la Conferencia Magistral dictada por Alejandro Portes titulada “Migración y desarrollo: Una revisión de las tendencias globales”, se plantea la idea de que, aparte de las transferencias económicas que surgen de la emigración de talentos entre países de destino y origen, existen otras formas de transferencia que contribuyen de manera significativa al desarrollo económico y social de los países emisores. Ejemplos de estas transferencias incluyen el intercambio de conocimientos, donaciones filantrópicas e inversiones. Importante destacar que estas contribuciones no implican necesariamente que las personas dejen de realizar aportaciones significativas o abandonen permanentemente sus comunidades receptoras.
En cierta medida, esta perspectiva puede ampliarse a partir de las ideas presentadas por (Faist, 2010), quien introduce el concepto de “Brain Circulation” para describir la transferencia de conocimiento como un proceso en el cual todas las partes involucradas pueden obtener beneficios mutuos. Feist destaca que estos flujos de circulación de conocimientos están desempeñando un papel crucial al motivar a los países en desarrollo a participar activamente en sociedades del conocimiento en los países destino. Estas se consideran fundamentales para la innovación, la productividad y el desarrollo en general.
Tanto Faist como Portes ilustran estas dinámicas de transferencias con ejemplos concretos. Por ejemplo, señalan la difusión de buenas prácticas en el mercado laboral formal, evidenciada a través de mujeres bangladesíes que emigraron a Malasia y luego regresaron a su país. Este proceso facilitó la transferencia de conocimientos en ámbitos como la política, la igualdad de género y los derechos humanos hacia Bangladesh. Asimismo, destacan situaciones como la de profesionales chinos e indios empleados en Boston o Silicon Valley, en este caso, Portes subraya que no es imperativo que los emigrantes regresen a sus países de origen para que se dé una transferencia efectiva. Lo crucial es que mantengan el contacto con su lugar de origen, e incluso argumenta que en muchos casos es más beneficioso que permanezcan en el país de acogida para facilitar una transferencia de conocimiento continua. En ambos ejemplos es posible distinguir dos formas de transferencia, en la primera el migrante retorna a su país y en la otra el migrante permanece en el país destino.
Visto desde la perspectiva del retorno, para que el capital humano que regresa al país realmente aporte beneficios, el migrante debe regresar con mejores habilidades de las que habría podido adquirir en su lugar de origen. Además, estas habilidades deben ser pertinentes a las necesidades actuales del país de origen, por último, el migrante debe tener la disposición y la capacidad para aplicar efectivamente estas habilidades al retornar. No obstante, cumplir con estas tres condiciones es una tarea compleja y poco frecuente, y también se requiere un gran compromiso por parte de los responsables de formular políticas, así como la disponibilidad sustancial de recursos financieros para respaldar un proceso de retorno beneficioso (Breinbauer, 2007; Ghosh, 2005).
Por otro lado, está la opción de la diáspora, en esta se destacan al menos dos ideas fundamentales. En primer lugar, en la mayoría de los casos, muchos países emisores no tienen la capacidad o la intención de mejorar significativamente la inversión en investigación y desarrollo (I+D) ni las condiciones de vida de la población en general. Esta falta de talento influye en que las personas simplemente no deseen regresar. En segundo lugar, se considera la facilidad de transferir conocimientos desde las instituciones de I+D del país receptor al emisor, aprovechando el abaratamiento de los medios de transporte y comunicación, así como las influencias y redes que los migrantes han establecidos en ambos países. Este concepto guarda una estrecha relación con la movilidad transnacional o las comunidades transnacionales. Aunque esta opción es comparativamente más accesible y menos costosa, es un concepto relativamente nuevo que ha sido poco estudiado, y existe una carencia de evidencia histórica y datos empíricos que respalden su efectividad (Breinbauer, 2007; Meyer & Jean-Paul, 2006).
En ambos escenarios, es evidente que la migración de individuos altamente calificados no debe interpretarse automáticamente como una pérdida para los países de origen. Los migrantes tienen la capacidad de adquirir conocimientos significativos, establecer redes de apoyo en su destino y transferir esos aprendizajes a sus lugares de origen. Sin embargo, para que este proceso se lleve a cabo de manera efectiva, es imperativo que existan condiciones propicias que faciliten las transferencias. Estas condiciones pueden ser fortalecidas mediante políticas públicas o acciones estratégicas diseñadas para maximizar el beneficio de esta situación.
Por Laura Marie Méndez Isabel
Analista de Investigación
Departamento de Investigación y Estudios Migratorios