A finales de la década de los años 70 fui obligado a dejar mi país para buscar asilo en República Dominicana. Fueron tiempos difíciles. Llegar al país vecino, pero absolutamente extraño a nuestra cultura. Sin los conocimientos básicos para sobrevivir en un territorio ajeno (por ejemplo, el idioma), la posibilidad de conseguir un empleo era prácticamente inexistente. Aun así, tuve que lanzarme a la búsqueda de opciones para sobrevivir.
Siendo miembro de la Fuerzas Armadas Haitianas, en mi condición de técnico en enfermería, estuve asignado al Hospital Militar de Puerto Príncipe, donde prestaba servicio. Era un momento duro del régimen de los Duvaliers. Las tensiones políticas iban en aumento. Otros compañeros de mi promoción cayeron en desgracia con el régimen, unos fueron apresados y otros se escaparon al exilio a diferentes países.
Un grupo de militares jóvenes tuvimos que salir del país, porque éramos fichados como “militares inquietos”. Al verme próximo a correr la suerte de mis compañeros, no espere lo peor y decidí marcharme hacia el primer territorio donde pudiera resguardar mi integridad física: República Dominicana.
¿Cómo llego a ser refugiado?
Cuando llegué a territorio dominicano, no tenía la más mínima idea de qué hacer. Muchos compatriotas haitianos, que huyeron del régimen de Duvalier, vivían como refugiados, protegidos por el Gobierno dominicano. Estos fueron mis primeros asesores y orientadores.
Nos acercamos a estos líderes y les contamos nuestra experiencia. Me recomendaron acercarme a la institución que dirigía el programa del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), Caritas Dominicana.
Al ponerme en contacto con esta entidad de la Iglesia católica, contraparte del ACNUR, inicié los trámites para el reconocimiento de mi condición de refugiado. Al cabo de cierto tiempo fuimos favorecidos con el reconocimiento de dicha condición. Entonces, el acceso al sistema de asilo no era una tarea fácil. El Estado no contaba con una agencia gubernamental para procesar las solicitudes. Cuando Caritas identificaba algunos casos, tenía que esperar la visita de un oficial del ACNUR, que presentaba el caso a la Cancillería que daba el veredicto y canalizaba los documentos de identificación.
Algunos avances
En la época que ingresé a este país y como estamos hoy en materia de refugiados, hemos avanzado mucho. A diferencia de mi llegada, hoy existe una sociedad civil que monitorea los derechos humanos, incluyendo los derechos de los refugiados. Poco a poco la República Dominicana está construyendo su marco legal al pasar por la adopción del Convenio de 1951 y el Protocolo de 1967 sobre Refugiados, la creación de la Comisión Nacional para los Refugiados (CONARE) mediante el Decreto 1569 del 15 de diciembre de 1983 y su Reglamento mediante el Decreto 2330 de 1984. La actual administración de la República Dominicana está impulsando un proyecto de Ley sobre Refugiados. Estos pasos están orientados a fortalecer la institución del asilo en el país.
No sé con exactitud cuántos refugiados (de nacionalidad haitiana) existen en la actualidad en República Dominicana. Algunos de ellos suelen visitar la Fundación que dirijo. Sabemos de varios que viven en la zona de los Alcarrizos y Palmarejo.
¿Mi estatus en República Dominicana hoy?
En la actualidad, soy una persona integrada en la República Dominicana. Cuento con un Permiso de Residencia Definitiva. Tengo más de 30 años de casado con una mujer dominicana y tengo varios hijos nacionales dominicanos.
Este ha sido un gran país que me dio la oportunidad de estudiar y graduarme de médico. Por más de 25 años he realizado trabajo en las áreas sociales de la medicina que me ha permitido salvar muchas vidas en el país. La experiencia de ser refugiado ha sido dolorosa en principio, pero con el paso del tiempo pude encontrar la paz y tranquilidad que se me dificultó en mi país de origen, Haití.
Ensayo de Joseph Cherubin
Diplomado en Derecho de Asilo y el Estatuto de Persona Refugiada